Foto: Alvaro Carmona
Los plumillas, ya se sabe, vamos a lo nuestro, convencidos de que el fotero es sólo un tipo malencarado y a medio afeitar que refunfuña a nuestro lado, en el mejor de los casos ejerciendo también como chófer, y que luego, cuando llega allí donde está la noticia, se limita a sacar la cámara desganadamente, disparar un par de veces a voleo y santas pascuas. A la inversa, los fotógrafos piensan que los plumillas tenemos por todo oficio repetir el bla, bla, bla de los cuatro politicastros de turno mientras aspiramos a trincar algún canapé de navidad en navidad. Sobre la broma de ese injusto desprestigio mutuo, Rafa y yo nos hicimos grandes compañeros.
Coincidimos durante dos años en Córdoba. Allí trabajamos, entre otras cien mil cosas, como corresponsales de 'El Mundo'. Ser corresponsal es un modo estimulante y muy libre, pero también ingrato, de ejercer esta profesión. Si aquellos dos años merecieron la pena fue porque disfruté de un fotógrafo comprometido, avispado, certero, con olfato, reflejos, puntería y mala leche. A la vuelta del trabajo, él traía 'la' foto. Y en cuanto la mandaba (y no convenía molestarlo mientras lo hacía, a toda pastilla, a veces a punto de salirnos de la hora), ya estaba pensando en el siguiente asalto. “Y mañana, ¿qué hay?”.
Si esperan de este juntaletras un análisis técnico o teórico de su trabajo, vayan pasando página, porque de tales materias sé tanto como de geografía somalí. Como periodista conozco de fotografía lo que como madridista entiendo de delanteros: el que las mete es bueno, y el que las falla merece ir al banquillo por paquete, discúlpese la expresión. Y Rafa es un goleador titular.
Porque (topicazo) sus fotografías cuentan historias, a veces hasta el incómodo punto de eclipsar casi por completo el texto adjunto en la página del periódico. No es lo mismo hacer una fotografía que fotografiar algo, hacer un simple clic que captar un hecho. Lo primero puede hacerlo cualquiera, incluso yo. Lo segundo es un hallazgo, consecuencia de una búsqueda que da como resultado una imagen informativa. Ahí florece el periodismo. Ahí tienen ese guiño cómplice de Rosa Aguilar, que aunque dirigido a alguien fuera del encuadre parece perseguido con nostalgia por un atribulado Sandokán, tan necesitado de cariño político en sus horas bajas. O la antológica estampa de la investidura de Andrés Ocaña. Las solemnidades del bastón y la medalla le han restado toda su naturalidad, hasta hacerlo parecer una asustada figurita de plomo que incluso necesitara que Nieto, más ducho en cuestiones de etiqueta, le ajuste la corbata. ¿Y qué me dicen de la sonrisa neutra y los ojos cansados de un Zapatero que, en plena campaña, parece acudir al famoso gesto de la ceja como un vacío automatismo?
No corren (segundo topicazo) tiempos de bonanza para la profesión de informar, ni con palabras ni con imágenes. No les aburriré con los pormenores, hoy no corren buenos tiempos para las profesiones honradas y laboriosas, como seguramente sabrán. Pero Rafael Madero ha sabido sacar siempre la cabeza, en contextos difíciles, y seguir siendo lo que es: un buen fotógrafo. Su firma sigue ahí, foto tras foto, dando testimonio diario de su profesionalidad. Otros se han rendido, o siguen ahí sólo esperando el día en que al fin puedan dejarlo, presos de la frustración. Él no. Le gusta demasiado lo que hace. Es de los que muerde la parte azucarada de esta agridulce profesión. Por eso sigue aprendiendo y mejorando con la ilusión que sólo es posible en los cabezotas vocacionales, interesándose también por la fotografía artística, llevando su cámara casi a cualquier parte aun a costa de una espalda a la que no da respiro.
Lo que hace Rafa, captar el momento (y no cualquier momento, el momento significativo), convertirlo en una imagen nítida y técnicamente elaborada, y hacerlo rápido, es muy difícil de hacer bien. Exige formación, experiencia, disciplina, paciencia y talento. Pocos pueden hacerlo. Es un oficio con mayúsculas. A ver si se enteran quienes siguen pensando, incluso desde los despachos donde se cocina la información, que la fotografía es la hermana pequeña del periodismo. No, no y no. Eso es algo que sólo tenemos derecho a decirles nosotros, a cambio de que ellos nos llamen plumillas de medio pelo.
Ángel Munárriz
Periodista del diario Público
Ciertamente Madero, eres un gran profesional. Y no porque lo diga Munárriz, sino porque quienes hemos trabajado contigo nos hemos dado cuenta. Sabes encontrar la foto perfecta en el momento justo, tanto que, a veces, como dice el artículo, eclipsas el propio texto. Y eso no es algo que se consiga fácilmente. Enhorabuena, maestro.
ResponderEliminarMadero es un periodista como la copa de un pino. Cuando superemos esa dialéctica absurda que enfrenta u opone a plumillas y foteros, quien no haya descubierto aún a Rafa (si queda alguno) descubrirá al pedazo de periodista que es. Un abrazo, amigo. (Diazpe)
ResponderEliminar