Francisco González (Córdoba, 1960), al que todos llaman Paco, responsable de fotografía de Diario Córdoba, es un experto en realzar los valores de la condición humana con la inevitable sinceridad de la imagen fija y con el único adorno de la espontaneidad. Por ello, al mismo tiempo que compaginaba su trabajo para distintos medios de comunicación nacional, hace años que decidió embarcarse en viajes por los cinco continentes. Sus fotos, protagonistas de libros y publicaciones especializadas, recorren la geografía de un buen número de países para mostrar el sueño del autor: “Que la Tierra sea un solo país y la humanidad sus ciudadanos”. Lo presenta la periodista y escritora Tareixa Enríquez.
Paco González siempre ha sabido captar, con la libertad interior del artista intuitivo, el lado trascendente de las cosas, reflejando en el objetivo de su cámara una realidad sutil, profunda y motivadora. Nadie como él para trascender lo cotidiano y convertirlo en extraordinario. Sin concesiones a lo superfluo y al adorno fácil y oportunista, su objetivo multifocal es capaz de traspasar lo tangible y penetrar en las potencialidades latentes que se ocultan en la timidez de una mirada, la belleza serera de un paisaje o la estética inusual de las sombras de un edificio. Todo tiene un sentido trascendente en las obras de este artista cordobés. Todas sus obras están imbuidas de un propósito que se manifiesta en diferentes formatos y colores: libros, exposiciones, fotorreportajes de actualidad, etcétera.
El objetivo de Paco González es ambicioso, tal vez el más ambicioso al que puede aspirar la cámara de cualquier fotógrafo: retratar las esperanzas y anhelos hacia su alto destino. “Somos olas de un mismo mar, hojas de un solo árbol”, parecen reclamar las caras multirraciales que se asoman en sus retratos, la diversidad cultural y social que delatan sus personajes, las diferencias, en aparente conflicto, interpretadas como parte de la riqueza cultural de la humanidad. El fotógrafo andaluz es capaz de percibir esas pequeñas señales de cambio que se están gestando en estos tiempos difíciles en la foto fija de la mirada de un niño, en el gesto de una mujer, o en la inevitable huella que el tiempo ha acuñado en la grieta de un edificio. Digitales o en papel cuché, las fotos de Paco tienen el poro abierto de la huella del mestizaje y la luz de ese arcoíris de fusión racial que traspasa los velos de la ignorancia supersticiosa, capaz de establecer diferencias en un mundo donde existe una sola raza, la humana. El objetivo de su cámara siempre está abierto al compromiso, a la responsabilidad solidaria, a la concordia, a la protección del medio ambiente, al respeto de los derechos humanos, a la lucha por la unidad de todos los pueblos del mundo, a la igualdad de géneros, al derecho de los niños a tener una educación que les descubra su naturaleza noble y, en fin, a todo lo que conduzca al hombre a “llevar adelante una civilización en continuo progreso material y espiritual”. Sus imágenes parecen tener corazón propio. En sus fotos se siente el latido que palpita al ritmo de esa realidad invisible del ser humano que lo hace divino y que trasciende al murmullo de las sílabas y los sonidos, llevándonos, incluso, a la contemplación y a ese sentimiento místico de comunión espiritual con nuestra naturaleza trascendente.
Téstigo de los cambios dramáticos que ha sufrido nuestra sociedad, Paco González deja también de ser mero relator y espectador pasivo de las malas noticias para convertirse en actor y propulsor del cambio y contribuir al avance de la sociedad. Sus fotos muestran algo más que un gran dominio de la luz, el color y el encuadre. Sus imágenes nos ayudan a obtener una nueva visión que encierra la esperanza de que la vida puede y debe ser mejor. Una imagen del futuro deseado que se convierte en una visión inspiradora. Porque, como ya dijo el Rey Salomón, “donde no hay visión, el pueblo perece”. ¿Y quién mejor para dar visión que el artista de la fotografía que sabe captar las señales de cambio y progreso que se asoman en cada rincón del planeta?
Paco González nació en Córdoba, ciudad a la que ama profundamente. Pero desde que conoció la vida y enseñanzas de Bahá’u’lláh, el fundador de la fe bahá’í, se ha convertido en un ciudadano del mundo, haciendo suyo el principio que reza: “No debe preciarse quien ama a su patria, sino quien ama al mundo entero”.
Un gran fotógrafo. Y unos valores personales muy admirables. Gracias por acercarnos a su obra de tanta belleza e inspiración. Un saludo.
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