viernes, 11 de noviembre de 2011

"Illo, ¿tú sabes quién es Robert Capa?"



El otro día recibía la recomendación de este cortometraje en forma de comentario en la entrada del 75 aniversario del miliciano y os lo dejo por aquí para que lo veáis. El corto ha sido dirigido por Jose L. Extremera y guión y música de Pedro Sancho. Ya me contaréis que os parece.

viernes, 4 de noviembre de 2011

FOTÓGRAFOS CORDOBESES: José Martinez, la eternidad del instante

José Martínez Asencio (al que todos llamamos Chencho) nació en Córdoba en 1974 y actualmente es el responsable de Fotografía del periódico 'El Día de Córdoba'. Graduado en Artes Plásticas y Oficios Artísticos en la especialidad de Fotografía, ha trabajado en 'Abc' y 'El País'. Este año ha obtenido el premio fotográfico Madinat al-Zahra en su tercera edición con una imagen en blanco y negro en la que capta la armonía que existe entre la nueva sede del conjunto arqueológico y su entorno. Alfredo Asensi, periodista de El Día de Córdoba, reflexiona sobre su obra.



No me interesa la fotografía sino la vida”, aseguraba Cartier-Bresson. La idea conecta con una línea de pensamiento clásico que atribuye a las disciplinas artísticas la tarea de ponerse al servicio del hombre y sus circunstancias. La autonomía de los lenguajes artísticos ha venido en algunos casos a debilitar este compromiso, pero en otros lo ha reforzado: lo que importa, lo decisivo es la actitud del artista, del que mira y crea. El artista mira y activa un proceso mental de elaboración creativa que desemboca en la facturación de un producto al que por su condición artística hay que llamar obra. En el caso del fotógrafo de prensa, esta dinámica adquiere un matiz complejo: hay, necesariamente, que contar algo, que vincular sin excusas la imagen a un discurso escrito que admite varias formas: crónica, noticia, reportaje... Una buena imagen no es la que complementa lo escrito: es la que se impone a lo escrito, la que convierte el texto en innecesario, la que altera los términos. Así, hay que tener una personalidad notable, una sensibilidad cultivada, un enorme sentido de la oportunidad y una considerable intuición para ser un gran fotógrafo de prensa. Son los rasgos que hallamos en José Martínez, que hace ya tiempo que entendió que la clave para realizar un buen trabajo de reporterismo gráfico reside en encontrar el equilibrio entre los principios básicos periodísticos y la manera personal de ver el mundo, captarlo y mostrarlo.




Así, en José Martínez y en los más sagaces fotógrafos de prensa el carácter urgente y a menudo vertiginoso del trabajo cotidiano y la necesidad de responder a una obligación eminentemente informativa constituyen motivos para la activación de los resortes imaginativos que favorecen la captación de imágenes que no sólo cumplen su cometido sino que desde lo más profundo de sí mismas, desde su armonía o su complejidad, desde su significación, su ligereza o su hondura, transmiten un sello de poderosa esencia autoral, la certeza de que son el resultado de una mirada propia sobre las cosas, de que sólo ese fotógrafo en ese momento pudo captarlas. Para el fotógrafo intercambiable, por el contrario, la urgencia y la obligación informativa son factores castrantes: suponen un freno a cualquier posible expansión del genio. Ansel Adams advertía que “una fotografía no se toma: se hace”. Es más, la fotografía interviene en la realidad, la modula, la determina y la eleva a una esfera de correspondencias en la que el lector mira el mundo a través del fotógrafo: aprehende la realidad que el fotógrafo ha construido para él, asimila un proceso a través de un instante en una operación que tiene algo de mágico y mucho de oficio. En su ensayo Sobre la fotografía, Walter Benjamin reflexionó sobre el carácter cultural del rostro humano, la convergencia en él de un linaje vital y la actualidad de un sentimiento inmanente, concreto y definitorio de toda una circunstancia. Merece la pena detenerse en los rostros enfrentados de ese soldado y su hija: en la cara de la niña está el drama de la despedida; en la del padre, un mensaje de tranquilidad y la promesa del regreso. Detrás, el rostro oculto de la madre (que participa del sentimiento de la niña pero se convierte en aliada de la estrategia apaciguadora del esposo), con la mano en la espalda de la pequeña. La imagen es conmovedora, sencilla, informativa y perfecta. O reconocer toda una forma de vida en el rostro de ese pastor que mira más allá de la cámara, hacia un campo andaluz mitológico y trágico, de horizontes terrosos e infinito sol. La imagen construye un tiempo propio con su poderosa irradiación melancólica.




En los acontecimientos de factura dramática más intensa, Martínez exhibe una enorme habilidad para exponerlos a partir del desarrollo de una expresividad propia que estimula singulares ejemplos de infalibilidad visual: así, si pensamos en una inundación y en sus consecuencias sobre las vidas de las personas afectadas es difícil concebir una imagen más sobrecogedora que la que se incluye en estas páginas; y todas las tensiones inherentes al ejercicio del toreo convergen en la estampa de un José Tomás ensangrentado, sereno, habitante de su propio universo que no establece fronteras entre lo temerario y lo artístico. Y es que el fotógrafo de raza es el que trasciende la tentación de lo convencional y lo fácil y no cesa en su búsqueda, en cualquier situación, de la imagen más significativa posible. Así ocurre con la fotografía de Javier Gutiérrez, director de cine que se caracteriza por su gusto por los mundos fantásticos, barrocos y opresivos, y que aquí aparece retratado en ángulo picado, en un espacio cerrado y duplicado en el espejo, en una imagen que conecta admirablemente con su núcleo estético y que, sin dudarlo, firmaría Orson Welles. El fotógrafo aporta elementos de valoración al lector que quizá el redactor ni siquiera ha contemplado. En detalles como éste, en suma, se percibe la dimensión de agudeza y talento de este gran fotógrafo.